POLÍTICA MONETARIA

El BCE y la FED sofocan las presiones para elevar el objetivo de inflación y lo mantienen en el 2%

El BCE sofoca junto a la FED las presiones para elevar el objetivo de inflación del 2% al 3%

La inflación de la eurozona se estanca en el 5,3% y la subyacente y los servicios siguen su desaceleración

BCE FED inflación
Existen presiones para elevar los objetivos de inflación

El BCE ha sofocado junto a la FED las presiones internas y externas que han soportado hasta ahora para elevar el objetivo oficial de inflación del 2% al 3%. La pasada cumbre celebrada por todos los responsables de la política monetaria en la localidad americana de Jackson Hole ha sido definitiva al respecto, según las fuentes consultadas por OKDIARIO. De ella, tanto el presidente de la FED, Jerome Powell, como la máxima responsable del BCE, Christine Lagarde, salieron conjurados para reafirmar que el 2% «es y seguirá siendo nuestro objetivo de inflación, y que elevarlo hasta al 3% sería como hacerse trampas e incumplir el compromiso contraído institucionalmente en los tratados fundacionales de ambas instituciones».

El economista italiano Fabio Panetta, miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo, siempre el más moderado, viene siendo desde hace tiempo uno de los firmes partidarios de alterar el objetivo oficial.  En su discurso más reciente, explicó que “nos encontramos en una coyuntura en la que la inflación está cayendo, con los ‘shocks’ de oferta desvaneciéndose, pero en la que el endurecimiento monetario aún no se ha sentido por completo”. E incidió en que, “con los tipos de interés ahora en territorio restrictivo, la política monetaria debe ajustarse de manera que nos permita alcanzar nuestro objetivo para las subidas de precios y evitar costes innecesarios para la economía”.

Panetta comparte comité ejecutivo con la presidenta Christine Lagarde, el vicepresidente Luis de Guindos o la alemana Isabel Schnabel, la más partidaria de mantener el rigor monetario a toda costa. Sus tesis, que de alguna manera han sido secundadas por Powell en Estados Unidos y por la propia Lagarde en Jackson Hole, es que para la economía son más dañinos a largo plazo unos precios disparados y fuera de control que una recesión como por la que ya está pasando Alemania y otros países europeos. Powell señaló hace unos meses que para controlar la inflación es inevitable causar durante un tiempo un poco de dolor, en referencia al impacto de la subida de tipos sobre la actividad económica y la creación de empleo.

El BCE lleva subiendo los tipos de interés desde junio de 2022, pasando del 0% al 4,25% actual, y el próximo 14 de septiembre celebra la reunión periódica sobre el rumbo que tomará la política monetaria -si decidirá un nuevo aumento o se toma una pausa-, aunque la inflación en el Continente, y sobre todo el índice subyacente, que es el que más preocupa en la institución sigue en tasas muy elevadas -el 5,3%. La FED, por su parte, ha subido diez veces los tipos hasta situarlos en el 5,25%- y la institución que preside Powell se reúne el 20 de septiembre para decidir el próximo movimiento, aunque tanto la actividad como el empleo dan también muestras de debilidad en América.

La posición de Panetta, del BCE, es que «hasta ahora, la evolución de los salarios ha estado en línea con las proyecciones de la institución, que prevén que la inflación vuelva al 2% para finales de 2025». Y añade que «la caída de la inflación contendrá las demandas salariales y los elevados beneficios de las empresas ayudarán a absorberlas».

El mundo académico

Las presiones en favor de modificar el objetivo de inflación del 2% al 3% no sólo se han producido entre los miembros de los bancos centrales, sino que han sido empujadas por determinados círculos del mundo académico.
A mediados de junio, el economista jefe de Oxford Economics, Innes McFee, se preguntaba en un informe si deberían transigir los bancos centrales con un objetivo de subidas de los precios del 3% en vez del 2% actual.

En su opinión, la cifra del 2% no responde a ningún estudio empírico, sino que se trata de un ritmo de incrementos de los precios que se considera bajo, estable y predecible, con el que nadie sale perjudicado, incluyendo los salarios de los trabajadores, según explicó. Del mismo modo, con una inflación del 2% y ante una recesión, los bancos centrales tienen margen para, al contrario que ocurre ahora, bajar los tipos de interés, facilitar la financiación y estimular la demanda y la actividad.

Pero a su juicio, «la política monetaria se encuentra en una coyuntura crítica. Tras décadas de crecimientos de los precios bajos y estables, los sísmicos shocks de oferta [por la pandemia, la guerra en Ucrania…] y la robusta demanda en los últimos años han sacudido las expectativas de subidas de precios”.  Según McFee, “los responsables de la política monetaria tienen una tarea casi imposible para compensar la pérdida de poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores mientras algunas empresas (sobre todo las más grandes) tienen capacidad de trasladar la mayor parte del encarecimiento de sus costes (energía, materias primas…) a los precios de venta. O lo que es lo mismo, al consumidor».

Según la opinión del experto de Oxford Economics, «es probable que la inflación real aumente porque es improbable que las benignas condiciones de oferta que prevalecieron antes de la pandemia se mantengan en los próximos años por los cambios en factores estructurales, como la globalización». Con esto se pregunta si los bancos centrales seguirán adelante con todo el endurecimiento necesario para que la inflación vuelva al 2%. «Resulta tentador pensar que podrían transigir y aceptar una inflación del 3% en lugar de infligir un dolor adicional a la economía para conseguir este último punto porcentual», concluye.

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